Cuando nuestra hija era pequeña mi pareja y yo devoramos los libros de Rebeca Wild (me parece que tenemos todos). Ella y su marido Mauricio –que por cierto, murió el pasado 30 de marzo– crearon en Ecuador el Pesta (luego el León dormido) y fueron pioneros en un tipo de educación respetuosa que hoy inspira cientos de escuelas activas en España e Iberoamérica.
Su pedagogía se basa en la interacción de los estudiantes y su entorno. Wild propone que los seres humanos disponen de las herramientas para percibir e interpretar al mundo y que tienen la capacidad para tomar decisiones propias. Bajo estas premisas, los alumnos desarrollan roles, capacidades y habilidades a través de la experimentación.
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Para mí fue una revolución descubrirlos y es todavía un gran placer e inspirador, releerlos. Mi vecinamiga Inma estuvo un tiempo visitando El león dormido y hace poco me contaba anécdotas de su estancia allí, qué delicia también escucharla. He seleccionado un extracto de este libro Aprender a vivir con niños. Ser para educar [pp.239-242] donde me llamó la atención –son ya casi las últimas páginas– donde explica la manera de caminar de los indígenas en Saraguro:
En Saraguro siempre nos llamó la atención que la gente caminara de forma diferente a como lo hacíamos nosotros. Con pasos cortos y livianos, los saraguros logran superar largas distancias, y caminan igual de rápido en terreno plano como en las cuestas muy pronunciadas. Aparentemente no dirigen esta actividad de forma consciente; simplemente dejan que las piernas se muevan. Sus ojos no se adelantan para reconocer el camino ni para poner los pies en el debido sitio. Más bien miran hacia el horizonte, observan el paisaje y el tiempo que está haciendo, prestan atención a las plantas y los animales. Tienen la misma seguridad al caminar, ya sea de día o de noche. Si le preguntamos a un indígena hasta dónde piensa ir en un día, nos contesta: «Hasta donde me lleven los pies», literalmente.
Al finalizar un curso de verano con los maestros, organizamos juntos una marcha a Saraguro a la región amazónica, al este de los Andes. Esto supuso una subida de cinco horas, desde los 2.600 metros de altura hasta los 3.600, y luego una bajada de nueve horas hasta los 600 metros sobre el nivel del mar. Esta excursión nos dio bastantes oportunidades para probar esta manera natural de caminar. Cada vez que recaíamos en el hábito de dirigir nuestras piernas, comenzábamos a resbalar y a tropezar, o nos sentíamos cada vez más cansados. Pero cuando permitíamos que las piernas asumiesen su propio trabajo, éstas salvaban los obstáculos por sí solas, y nosotros estábamos libres para admirar los fantásticos paisajes.
Cuando uno se encuentra en un estado relajado y de atención abierta, que permite que cada parte del organismo esté en su puesto y tome su propia responsabilidad, es más fácil «levantarse sobre sus propios pies». Nos damos cuenta de que, de repente, somos capaces de resolver algunos problemas que normalmente nos hubieran incitado a ir en busca de un especialista. A lo mejor comenzamos a hacer nuestros propios diagnósticos, al encontrar nosotros mismos los remedios apropiados; por ejemplo, dejamos un trabajo que odiamos que sólo conservamos por razones de seguridad, puesto que ahora nos sentimos capaces de independizarnos.Descubrimos que no tenemos que esperar hasta que alguien nos enseñe algo nuevo. Cada situación se convierte en una oportunidad para aprender. Nos sorprendemos de que ya no estemos «vegetando» durante ciertos momentos, con la esperanza de que por fin ocurra algo interesante. Ya no deseamos que el tiempo pase lo más rápido posible, o que, en ocasiones, se detenga. […]
También encuentro resonancias también con el trabajo de Charlotte Selver (permitir que emerja la sabiduría espontánea, soltar el control…) y enlaza muy bien con las razones de por qué nos proponemos, en las sesiones, priorizar la propia experimentación y sentir.
Documentos relacionados:
- Entrevista a Rebeca Wild en La Vanguardia (03.09.2006), «Si se siente bien no se porta mal» (PDF, 192Kb)
- Documental Pesta, una escuela que realmente nunca fue escuela (2006)
- Relación de libros e índice (en breve)
Los conocimientos transmitidos desde fuera tienden a endurecerse y a crear costras estáticas dentro de nosotros, a convertirse en patrones rígidos y en estereotipos de comportamiento. En cambio, la comprensión auténtica crece dentro de nosotros con cada nueva experiencia. Se adapta continuamente a la realidad, se mantiene flexible.
¡Qué sugerente esta última cita! ¿Qué piensas acerca de «robar los descubrimientos» a alguien? (sea niño/a, alumno/a…) ¿Qué pasa si incluimos el error –y la comprensión que trae– como un proceso más amplio, de desarrollo global…? Te leo abajo ↓↓
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