Conoce tu cuerpo, conoce tu cerebro

Sólo MEDIA HORA al día, ya produce cambios 😉

Muy didáctica la entrevista a Nazareth Castellanos en BBVA Aprendemos Juntos, sobre neurociencia de la meditación. Mira lo que dice en el min 11:30:

«El cuerpo sabe lo que la mente aún no sé ha dado cuenta»

Las clases de estiramientos son muy meditativas (hay quienes lo llaman «mindfulness corporal») porque además del trabajo físico/biomecánico (que va disolviendo tensiones musculares), lo que los diferencia de la gimnasia es la amabilidad, la precisión y el énfasis decidido en la CONCIENCIA CORPORAL. La escucha profunda es fundamental.

Mediante el cultivo de la ATENCIÓN COMPASIVA –sin automachaque ni exigencia– volvemos a integrarnos como un TODO, porque que no hay separación real entre cuerpo y mente. La experiencia directa tiene lugar más allá de lo que «el personaje» (ego) cree, prefiere, rechaza, etc. Aparte muchos de los estiramientos son muy GLOBALES (no analíticos, de un músculo en concreto) y actúan a lo largo de toda la cadena muscular evitando compensaciones (desalineamientos no deseados). Como todo está relacionado con todo, no es cuestión de que por favorecer una parte fastidiemos otra 😉

Y sí, el PERSONAJE también se puede ir disolviendo al igual que las tensiones físicas.

A veces poco a poco, otras de repente. Se van deconstruyendo esos patrones psico-comportamentales o corazas que nos encorsetan y acartonan tras años de repetición de movimientos, posturas y automatismos. La vitalidad, agilidad y espontaneidad infantiles, ¿dónde quedaron?

Es muy liberador y agradecido experimentar el proceso de deconstrucción física del personaje (como explica el creador del método, Jorge Ramón Gomariz) de manera tan amable; no es algo que ocurra de manera brusca o catártica sino tierna y resulta hasta CONMOVEDOR, por lo que he vivido y observo en general en las personas.

Cómo vamos recuperando, sin esfuerzo y sin proponérnoslo siquiera:

  • La inocencia.
  • Lo jugoso y juguetón, que fuimos tapando con capas de susto y contracturas.
  • El instinto protector, que nos alerta cuando toca, sin que la mente tenga que esforzarse.
  • El gozo íntimo, al sentirnos parte de un entorno y contar con vínculos (incluida la conexión con uno/a mismo/a) que nos permiten sentir seguridad y desde ahí paz, creatividad, curiosidad y un largo etcétera (cortesía de nuestro «vago ventral»).

Necesitamos poder entrar Y salir del «personaje».

Ponerlos las defensas cuando sea necesario (claro, es bueno para sobrevivir ☺️) pero no sólo: también ser capaces de DESCANSAR de las batallas, entrar en modo confianza y plenitud sin hacer nada especial. ¿Cómo se siente eso?¿Te acuerdas?

¿Alguna vez has contemplado a una criatura de pocos meses, en el regazo de su mamá, con sus necesidades satisfechas? (de alimento, contacto…) ¿Cómo respira, la placidad que transmite…?

Recordaba hace poco que cuando tenía veintipocos años empecé a ir a terapia porque tenía ansiedad y también, la impresión difusa de que algo no estaba bien en mí: sentía que si paraba, me caería –metafóricamente hablando, aunque la postura también reflejaba esa inercia– o me pasaría algo malo, como si fuera algo peligroso. Supongo que lo conocido para mi sistema nervioso era el bucle de hacer compulsivamente (simpático hiperactivado) y la búsqueda constante de validación externa. Y observo aún en mí esa tendencia, ya no tan dominante.

Por eso para mí los estiramientos son MEDICINA: mi sistema nervioso reconoce esa sana alternancia y la posibilidad de estar en calma, centrada, poder aflojarme más y más porque me encuentro en un espacio de SEGURIDAD, sin amenazas externas… ni internas.

Ya no está la sensación de tener al «enemigo» en casa (cuerpo), esa parte de ego machacona – criticona – megaplasta. Aunque los estiramientos fueran «aburridos» empecé a decirle: «Mira acuéstate aquí un ratito conmigo, es verdad que esto son cuatro tonterías, pero total… Si te duermes no pasa nada, del suelo no pasamos, va…». Y con el tiempo –más horas de alfombra, pelotas y otros jugueticos– fui reconociendo que realmente esa posibilidad de tratarme bien había estado SIEMPRE. Cuántas cosas tienen que caer.

Para:

Simple-mente SER. Consciente. Vulnerable.

Sensible y audaz, permeable a sentir lo que me rodea y a cómo me afecta … un olor, un gesto, unas palabras, un paisaje.

Todo tiene su momento y cada cosa tu tiempo.
Hoy te invito a BUSCAR TU ESPACIO de seguridad, tu cojín, tu «media hora», ese paseo o infusión consciente, lavar los platos con atención plena o lo que tú quieras.

Atrévete a ser ESCULTOR/A de tu propio cerebro, como comenta Nazareth (citando al sabio Ramón y Cajal).

Un arte hermoso y también cansado, fascinante o aburrido a ratos: porque el trabajo de «pico y pala» (entrenamiento de la atención) no te lo ahorra nadie.

Pero la ma-ra-vi-lla de lo que encuentres en el proceso, sin esfuerzo, cuando menos te lo esperes … te lo pueden contar.

Ojalá puedas VIVIRLO.



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